Escrita en 1969, esta historia constituye un caso de investigación
policíaca que pretende descubrir las causas que desataron una serie de sucesos
criminales. La cadena de acontecimientos llega a su cúspide cuando Joyce Reynolds es
hallada muerta tras haber afirmado que había sido testigo de un asesinato tres
años antes.
El homicidio de la joven Joyce atrae la atención de la escritora de moda
Ariadne Oliver, quien asistió como invitada especial a la fiesta de la Víspera
de Todos los Santos en que ocurrieron los hechos. Es así como Ariadne contrata los
servicios del detective Hércules Poirot para desvelar las verdaderas razones
que incitaron al asesino de Joyce a llevar a cabo tan brutal acto. Los
resultados de la investigación revelarán la relación existente en la secuencia de asesinatos precedentes al de Joyce.
Se avecina la Víspera de Todos los Santos y Ariadne Oliver participa de
los preparativos preliminares al evento que tendrá lugar al día siguiente. La
casa está concurrida por vecinos e invitados de todas las edades especialmente
de pre-adolescentes como Joyce Reynolds.
Durante una de esas conversaciones sin trascendencia Joyce proclama
haber presenciado un crimen tiempo atrás cuando ella era aún una niña, pero nadie
da crédito a sus palabras ya que Joyce es bien conocida por su necesidad de
atraer la atención a través de sus cuentos de sensacionalismo.
No obstante, la situación cambia de aspecto cuando la niña es encontrada muerta
justo al finalizar la celebración para la que tanto se habían esmerado. Entretanto
la escritora Ariadne Oliver se propone encontrar al culpable y en el proceso
descubre que existe un extraño vínculo con otros acontecimientos similares
cuyos perpetradores nunca fueron identificados.
De esta forma se desarrolla la
historia, exponiendo cada caso, entrevistando a los personajes implicados y reuniendo evidencias que conduzcan al responsable del asesinato de
Joyce Reynolds.
Este es un argumento típico en la obra de Agatha Christie, y como es habitual, la escritora logra atrapar la atención del lector; ésta, como muchas
otras de sus obras, induce al observador a indagar en un sinfín de posibilidades
hasta dar con el homicida en cuestión. La autora exhorta al lector a efectuar un profundo
análisis de cada personaje y a conjeturar sobre los motivos que cada uno de
ellos podría albergar para ejecutar
hechos así.
A menos que el lector realmente disfrute de emprender una búsqueda exhaustiva
a través de la lectura, es factible caer en el tedio con este tipo de obras, pues en
ocasiones, como sucede en las investigaciones reales, los hallazgos encontrados
conducen a un callejón sin salida que hace necesario comenzar las pesquisas nuevamente.
Frecuentemente las mismas escenas se suceden una y otra vez, al
punto de volverse tan repetitivas que la narración cae en un círculo vicioso. A mi juicio la expectativa es el factor determinante que mantiene al
lector enganchado a la trama hasta el final; pero como todo, ésta debe venir
en la dosis razonable para no superar la capacidad de expectación del lector.
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