1819, este fascículo contiene una
recopilación de argumentos y consideraciones que hace el filósofo Arturo
Schopenhauer con respecto al amor, las mujeres, la muerte y otras materias como
el arte y la moral.
El autor se introduce en estos
temas analizando los factores que inciden sobre ellos para llegar a su propia conclusión; así por ejemplo, argumenta que la atracción (o el amor) que surge
entre dos personas no es más que la influencia ejercida por la naturaleza sobre
ambos con el objeto único de perpetuar la especie.
Desde su visión, las mujeres son
criaturas de escaso entendimiento y poco talento. Objetos bonitos y útiles que
sirven para ejecutar las tareas domésticas y coexistir dentro de un rebaño en
compañía de semejantes bajo el régimen de un hombre.
Y la muerte, es aquella que todo lo
trunca sin considerar por un instante cuan sublime sea la tarea a la que nos
hayamos entregado con tanta pasión.
Según Schopenhauer, el amor, tal como
nosotros lo concebimos, no existe; la idea romántica que inspira a los
soñadores, adolescentes y artistas es una ficción creada por nuestra
imaginación. La realidad es mucho más práctica y terrenal; el genio de la
especie lucha por preservar la raza humana haciéndole creer al individuo que
está enamorado. Este ser no actúa en pro de sus intereses como él cree, sino
que su comportamiento estriba sólo en el instinto; y estando sumido en su
ensoñación no acierta a distinguirlo. En consecuencia el hombre constituye el
instrumento del que la Naturaleza se vale para cumplir con su cometido.
La atracción sexual, por lo tanto, no
es más que el dominio que la naturaleza obra sobre sus individuos para
someterlos a la reproducción. Las expresiones de belleza que creemos ver en el
otro obedecen a un instinto mucho más elemental, constituyen el modo
inconsciente que tenemos de medir la capacidad de la contraparte al momento de
juzgar su aporte en la producción de ejemplares libres de
defectos. Y prueba de que la emoción que clamamos sentir no es tal se puede
observar cuando inmediatamente después de alcanzado el clímax éste
queda eclipsado por el desencanto.
Si bien no estoy de acuerdo en un
ciento por ciento con las declaraciones del autor, creo que sí lleva razón en
algunas de sus afirmaciones. En términos generales el ser humano busca
reproducirse, en especial las mujeres; sólo una minoría de la población
considera que una relación de pareja puede igualmente ser completa sin la
intervención de hijos; en otros casos, es la presencia de los hijos, precisamente,
lo que deteriora la relación de sus padres. Es frecuente escuchar expresiones
como: “Los hijos son la base del matrimonio” o “Una mujer es
realmente completa cuando se convierte en madre”, como si la felicidad y la
realización de un ser humano fuera directamente proporcional a su capacidad biológica
para procrear. En lo personal considero que la vida en pareja y la
paternidad/maternidad son dos estados individuales que no tienen que estar
relacionados necesariamente; así como una pareja puede ser feliz sin hijos, una
persona puede igualmente sentirse plena con sus hijos sin que le asista un
acompañante; en este último caso tenemos a las madres solteras (no que todas
ellas tengan una vida feliz, desde luego).
Las Mujeres
Aunque pudiera darle, en parte, la
razón al escritor en cuanto a su visión sobre el amor, tengo mis serias dudas
sobre su percepción de las mujeres, un veredicto que, dicho sea, raya con la
misoginia. Veamos: en primera instancia debemos considerar la época en que se
desenvolvió Schopenhauer para comprender un poco su perspectiva, (debo admitir
que me cuesta un tanto). Entender el insustancial papel que jugaban las mujeres en
el siglo XVIII ayudaría a esclarecer el escaso concepto que el filósofo tenía
sobre ellas. Según él la mujer nació exclusivamente para dar su aporte en la
procreación de los hijos, por tal motivo, ellas, criaturas elementales, estaban
más dominadas por el genio de las especie que los hombres. A la mujer se
le sustrae totalmente la capacidad de debatir sobre lo divino y lo humano,
quedándole como única opción la de imitar a los hombres con el fin de agradar y
ser aceptadas en sociedad; de manera que, para mantenerlas reducidas a su más mínima expresión no se les debe permitir leer más que textos
culinarios.
Según los registros, de acuerdo con
Schopenhauer, las mujeres no han producido en toda la historia ningún tipo de
expresión artística, y si se ha reportado algún caso aislado, esto sólo
representaría la excepción que confirma la regla.
Por mi parte, me llama profundamente la
atención, que Schopenhauer, teniendo una opinión tan pobre sobre las mujeres,
se haya tomado la molestia en dedicarles un capítulo completo. De hecho creo
que la percepción del filósofo se debe a que el insulso desempeño de la mujer en
esa época se explica fácilmente apuntando al triste hecho de que a la mujer se
le castraba mentalmente, desde su nacimiento, de todas sus capacidades para
desarrollarse como un ser humano completo. Históricamente, a la mujer se le ha
sumido en un estado de estupor permanente para que no piense por sí sola, y
mucho menos para que conciba un concepto de creatividad que pueda aportar algo
extraordinario al mundo. Esta condición de irrelevancia es susceptible de acontecerle a cualquier
sujeto que se haya encontrado sometido a una crianza semejante, pues este
estado no reside directamente en el género.
Lamentablemente, pese a la gran
evolución que la mujer ha tenido a través de los años, siguen quedando rezagos
de la antigua guardia. Hoy aún seguimos encontrando seres, entre la
concurrencia femenina especialmente, que enfocan todos sus esfuerzos en
procurarse una presencia física agradable, descuidando otros aspectos. En
muchos casos predomina la tendencia a hacerse con la compra de un secador de
pelo en lugar de un libro, por ejemplo; obteniendo como resultado, una
apariencia espléndida pero un intelecto que da grima.
La Muerte
La muerte convierte cualquier esfuerzo
en un acto vano, pues nada se escapa de ella. La vida nos obliga participar en
una batalla de trabajo arduo, doloroso y debilitante para que luego sobrevenga
la muerte y el ciclo se repita de manera viciosa. Dios no existe y prueba de
ello es la miseria imperante en este mundo que dista años luz de esa imagen de
perfección que profesan los religiosos. La felicidad y el bienestar están
siempre distantes, bien en el pasado o bien en el futuro, pero el presente es
justamente del que el hombre desea escapar.
Supongo que esta es una visión harto
pesimista de la vida, pero acertada desde su ángulo. Si nos ponemos a pensar
que todo terminará con la muerte, muchas de nuestras tareas y proyectos en la
vida perderían sentido, pues no todas las personas se sienten atraídas por la
idea de dejar un legado a la humanidad.
Sólo nos hacemos conscientes de los
momentos felices una vez han pasado, en consecuencia su remembranza sólo nos
genera tristeza, ¿por qué un dios crearía un mundo lleno de miseria cuando la
nada sería más apetecible?, ¿acaso no le remuerde la conciencia? El hombre
está condenado a debatirse en un permanente estado de deseo de conseguir algo,
un anhelo que nunca sacia y que convierte su existencia en una pobre expresión
de sufrimiento.
“Es una historia natural del dolor,
que se resume así: querer sin motivo, sufrir siempre, luchar de continuo y
después morir…”.
La Moral
Schopenhauer afirma que la moral no
existe para los religiosos, ya que la bondad que éstos obran es diametralmente
opuesta al temor que experimentan por un castigo divino, es decir, ellos no
obran movidos por fines filantrópicos sino que son arrastrados por intereses
más egoístas, el de ocupar un lugar al lado de Dios, por decir algo. Esto me
lleva a pensar que lo más importante en los seres humanos nos son sus virtudes
sino sus defectos precisamente, pues ¿quién objetaría las bondades de un ser
humano? Son sus defectos, justamente, los que definirán nuestro parecer sobre
ellos y dependiendo del resultado decidiríamos permanecer en su compañía o huir
de ellos.
Las religiones desempeñan un papel útil
en la sociedad hasta cierto punto, pues muchos necesitan de un líder que les
diga en qué deben creer, pero cuando éstas se convierten en una venda que no
permite ver la verdad es menester apartarse ellas. En mi opinión, las
religiones pueden llegar a convertirse en influencias del todo nocivas; actúan
como el político corrupto, que una vez roba al pueblo, reparte almuerzos de
manera gratuita.
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