Publicado en 2011. Maya
Vidal es una adolescente que no sabiendo superar la pérdida de su abuelo cae
presa de la adicción a las drogas. Su padre y su abuela están demasiado
absortos en sus propios asuntos y dolencias como para prestar atención a la hija-nieta que están a punto
de perder.
En un declive vertiginoso Maya tocará el fondo de la
degradación humana y luchará por sobrevivir en un mundo de drogas, prostitución
e indigencia. Más tarde se refugiará en una isla para dejar atrás la inmundicia y empezar
de nuevo.
El Cuaderno de Maya es un
diario que nuestra protagonista escribe día a día a modo terapéutico durante su permanencia en la
isla de Chiloé (Chile) mientras alcanza la rehabilitación.
Una niña criada por sus abuelos en USA, de ascendencia chilena, pierde el control y la noción de su vida precipitándose en picada hacia los horrores de la adicción. Este relato es un
verdadero pasaje al infierno en el que se nos muestra la degeneración de un ser
humano hasta reducirse a su más mínima expresión, cuesta establecer qué podría ser
peor que las terribles experiencias de Maya Vidal.
La historia empieza con el traslado de la protagonista a Chiloé, por lo que se deduce que ella logró rehabilitarse, de aquí ella cuenta su historia en retrospectiva y cómo pudo restablecerse después de tanto horror; quizá su recuperación la explique su transitoria aunque espantosa permanencia en los avernos.
Después de haberme
desinflado un poco con Afrodita en esta ocasión reconozco a la escritora de
siempre, y este libro sea quizás uno de sus mejores. Es una lectura difícil, que
se lleva a cabo a empellones, pero interesante de principio a fin. Las escenas
desgarradoras comienzan con la muerte de su abuelo, su Popo, el pilar de su
vida, la persona con quien tenía más afinidad y cariño; lo pierde durante su
adolescencia, etapa en que más necesita de un guía. Le sigue la rebeldía y la perdición,
un descenso impetuoso y abominable; Isabel A. sabe muy bien cómo
hacernos sentir la abyección y la exclusión humana, y al mismo tiempo mantenernos
prendados a la lectura hasta el desenlace.
Esta es una de las mejores
narraciones que he leído, con la típica prosa que caracteriza a la escritora,
sin tapujos, sin eufemismos, sin etapas de sensibilizaciones previas que
preparen al incauto lector. Es un relato directo y crudo que logra asquearnos, cuando
uno cree que ya no es posible caer más bajo un suceso viene a superarlo y luego
otro y luego otro.
En esta obra la escritora evidencia una
gran comprensión referente a la adicción a las drogas, de la que ella no tuvo que documentarse
ya que ha vivido junto a sus hijastros todos los síntomas y comportamientos propios de esta condición. Por otro lado la autora nos instruye acerca de la
terrible dictadura que imperaba en Chile desde la década de los 70s y la
violación a los derechos humanos que constantemente se daban en este período. En contraste, nos enteramos también del apacible y bucólico estilo de vida de Chiloé, los lugareños y la interesante exposición y preparación del Curanto (plato
típico de la región).
A mi juicio, la
introducción, secuencia y descripción de los eventos poseen la duración e
intensidad exactas. Las escenas fuertes abundan pero también hay escenas
afables durante la recuperación de Maya, y una que otra escena cómica que nunca
falta en la obra de Allende.
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