Publicada
en 2004, ésta constituye la primera parte de la novela histórica que narra la
biografía de la última Emperatriz de China, desde su adolescencia, momento en
que ingresa a la Ciudad Prohibida como una de las concubinas del Emperador
Hsien Feng, hasta el momento en que se convierte en una de las Emperatrices Viudas
del trono.
Esta
historia recrea todos los tormentos y vicisitudes que tuvo que enfrentar La Dama
Yehonala en una feroz competencia entre las 3000 concubinas, (amén de las 7
consortes imperiales, en las que se incluye Nuharoo la primera Emperatriz de China), por
ganarse el cariño y la protección del Emperador.
Una
rivalidad ocasionada por el afán de darle un vástago varón al trono (el heredero
del imperio) y la lucha por sobrevivir en un ambiente caótico y riesgoso gobernado
por medidas extremas que conducían a la ejecución a cualquiera que osara
cometer la más mínima imprudencia.
Siglo
XIX, Orquídea, hija del exgobernador de la provincia de Wuhu en China; familia
venida a menos una vez muerto su padre, pero que gracias a su rango la joven pudo
postularse a la selección de concubinas, esposas y consortes del futuro
emperador de la Dinastía Quing.
Agobiada
por una situación apremiante, una pobreza degradante y una propuesta poco equitativa, Orquídea no tiene más opción que aspirar a
convertirse en una de las concubinas del Emperador Hsien Feng. Con ello su
familia se liberaría del yugo de unos parientes avasalladores y ella entraría a
conformar parte de la familia imperial.
Una vez
allí, la Dama Yehonala (título que se le asignó en palacio) tuvo que
acostumbrarse a un estilo de vida completamente nuevo y estricto hasta el acto
más banal. Esta parte de la obra nos describe en detalle la usanza que imperaba en el palacio, cómo debía conducirse cada persona de acuerdo a su género y rango dentro de la jerarquía de la corte. Así, tareas tan cotidianas como ir al retrete dejaban de ser un acto privado para convertirse en un hecho presenciado por los lacayos más cercanos. Las exhaustivas horas de acicalamiento, de peinados y vestidos
elaborados, asistida por eunucos, refleja una faena complicada y agotadora.
El cometido de toda concubina era pues atraer la atención del esquivo emperador y con esto emerger del anonimato para ocupar un puesto en la corte y en el corazón del reino. No obstante, muy a su pesar, toda esta larga y meticulosa preparación podría convertirse en una prueba de paciencia interminable, ya que no todas lograban posicionarse ante los ojos del emperador, pues resultaba una tarea compleja lograr sobresalir en un mar de concubinas, esposas y consortes de la corte, que a su vez ponían todo su empeño en poner en marcha sus planes de conquista para llegar a ser la favorita del Emperador. En ocasiones, sólo el soborno lograba el objetivo.
Una vez alcanzado el título de Emperatriz, a ésta se le encargaba la misión de engendrar un hijo que perpetuara el linaje de la familia real. La responsabilidad era de tal magnitud que si una concubina fallaba en el intento podía ser injustamente ejecutada.
El cometido de toda concubina era pues atraer la atención del esquivo emperador y con esto emerger del anonimato para ocupar un puesto en la corte y en el corazón del reino. No obstante, muy a su pesar, toda esta larga y meticulosa preparación podría convertirse en una prueba de paciencia interminable, ya que no todas lograban posicionarse ante los ojos del emperador, pues resultaba una tarea compleja lograr sobresalir en un mar de concubinas, esposas y consortes de la corte, que a su vez ponían todo su empeño en poner en marcha sus planes de conquista para llegar a ser la favorita del Emperador. En ocasiones, sólo el soborno lograba el objetivo.
Una vez alcanzado el título de Emperatriz, a ésta se le encargaba la misión de engendrar un hijo que perpetuara el linaje de la familia real. La responsabilidad era de tal magnitud que si una concubina fallaba en el intento podía ser injustamente ejecutada.
Esta
narración cuyo invaluable contenido histórico nos muestra cómo acontecía la
vida cotidiana en la Ciudad Prohibida de Pekín, las costumbres ancestrales del
imperio y de quienes la habitan; en ocasiones resulta perturbadora con sus continuas infracciones
a los y derechos humanos.
Los
sacrificios y las renuncias de la Emperatriz Tzu Hsi por allanar un camino al
trono al futuro sucesor, y los esfuerzos por mantener la supervivencia tras la
estampida y exilio durante la Guerra del Opio, muestran la valentía,
determinación e inteligencia de una mujer que emergió de la nada abriéndose
paso a través de un laberinto lleno de trampas mortales y concepciones que
rayaban con la misoginia hasta ascender a una posición de mando e
influenciar en las decisiones de la corte; en contraposición de su
contrincante que siempre desempeñó un papel meramente decorativo, sin relevancia.
El noble ejercicio de la espera nunca fue mi fuerte, por lo tanto considero que la obra narra los acontecimientos con una frecuencia y duración justos,
es decir, el lector nunca se sentirá aburrido, ya que sólo bastan 10 minutos de
lectura para que tome lugar algún hecho sorprendente y decisivo. El interés se conserva
a lo largo de toda la historia manteniendo al lector en vilo hasta el final.
Sin duda
alguna iré por la segunda parte de la saga: La Última Emperatriz!
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